Deportado y de regreso en Venezuela: "Estoy pensando en emigrar otra vez"
José está feliz de no haber acabado en un avión con destino a El Salvador. En mayo de 2025, regresó, junto con más de cien personas, a Venezuela, su país natal.
Hace apenas dos años, se marchó a Estados Unidos. José, como miles de venezolanos más, cruzó el Darién y viajó durante meses por Centroamérica y México, buscando un futuro mejor para él y su primer hijo.
Deportaciones como propaganda
Cuando los primeros deportados aterrizaron en el aeropuerto cercano a Caracas, los medios de comunicación estatales venezolanos retrataron su regreso como una fiesta.
En un video publicado en Instagram en febrero de 2025, Diosdado Cabello, ministro del Interior de Venezuela, abraza a los jóvenes que bajan del avión de la aerolínea estatal, Conviasa. "Recibimos a los repatriados con los brazos abiertos”, dice el ministro del Interior venezolano.
La publicación de Cabello en Instagram da a entender que las personas se sienten agradecidas de que el Gobierno de Venezuela les reciba a su regreso de Estados Unidos. "Al menos he aprendido inglés”, bromea uno.
José dice que él también se sintió feliz cuando aterrizó la aeronave en la que viajaba. Pero no por estar de vuelta en Venezuela, sino por no haber sido enviado al CECOT, la prisión de alta seguridad de El Salvador, como le sucedió a uno de sus mejores amigos.
Hasta el último momento, José no supo a dónde lo deportarían, cuando partieron desde Texas hasta Honduras, donde el avión tuvo que hacer escala. Los pasajeros tenían miedo de que su destino fuera el de los más de 250 venezolanos que, como presuntos delincuentes, fueron trasladados al CECOT, en El Salvador.
Cuando finalmente divisó el avión de Conviasa, su temor cedió. José está agradecido al Gobierno venezolano por haberlo traído de vuelta, pero a Cabello no le dio las gracias. "Yo no abrazo ese Gobierno”, subraya. El hecho de que EE.UU. no revele a los deportados el lugar al que serán enviados es calificado por una periodista venezolana como "terror psicológico".
Para el Estado venezolano, en cambio, el regreso de estas personas supone una propaganda muy oportuna. Aunque el presidente Maduro se negó inicialmente a recibir los aviones con venezolanos, cambió de opinión tras reunirse con un representante estadounidense. Para evitar sanciones, el Estado ahora acepta a los deportados y los presenta como ejemplos paradigmáticos del plan "Vuelta a la Patria”, que promueve el retorno voluntario de los migrantes.
"A mi hijo no lo vi nacer”
Desde febrero de 2025, más de 8000 personas han sido deportadas por la fuerza de Estados Unidos a Venezuela, entre ellas más de 1000 niños. Algunas familias han sido separadas, como la de José, que conoció a su pareja en Estados Unidos.
Ella dio a luz al segundo hijo de José mientras él estaba detenido en un centro de Houston, a la espera de ser deportado. "Me desesperaba mucho porque a mi hijo no lo vi nacer. Lo escuché a las 7 de la mañana. Cuando llamé y pregunté, el bebé ya había nacido. Yo no conozco a mi hijo físicamente. Nació estando yo detenido”.
Tras su regreso, José se mudó con su tío a Maracaibo. Es el único familiar que el joven de 22 años tiene en Venezuela. Su madre vive en Colombia, y su abuela, su prima y su tía en Estados Unidos. Su primer hijo ya tiene cinco años y vive con su madre en Chile. A él también solo lo ve en videollamadas. Ahora ha vuelto a la venta de jabones y otros productos de higiene para ganarse la vida.
Falta de ayuda para deportados con traumas
El regreso de José y otros deportados no es en absoluto voluntario, como afirma el Gobierno venezolano. La realidad de muchos venezolanos es la pobreza, el desempleo y, sobre todo para los jóvenes, la falta de perspectivas.
Para escapar de todo esto, la gente lleva más de una década abandonando el país. "Para poder tener una mejor vida, una mejor estabilidad para mi vida, para mis hijos”, dice José. La situación no ha cambiado mucho desde que se fue: la inflación, la crisis de abastecimiento y las violaciones de los derechos humanos continúan.
Así lo confirma también José Rodríguez (N.de la R.: nombre cambiado para proteger su identidad), defensor de derechos humanos en Venezuela. Debido a la precaria situación que sigue imperando en el país, la reintegración social de muchos repatriados resulta difícil.
Sigue siendo difícil encontrar trabajo, no existe un sistema de seguridad social que funcione y la inflación dispara el costo de la vida. A esto se suma la intensificación de la represión contra los críticos del Estado: en 2024, el Gobierno introdujo la Ley Simón Bolívar, que criminaliza a las personas que critican públicamente al Gobierno venezolano.
Además, muchos deportados sufren de problemas mentales. La carga psicológica de muchos de ellos es enorme: la huida a Estados Unidos, la discriminación, las deportaciones... A José le pesa especialmente el traumático periodo que pasó detenido en un centro de Houston, a la espera de ser deportado.
Nunca cometió ningún delito y, sin embargo, lo encarcelaron durante varios meses. "Todo lo que he pasado encerrado, no fue fácil. Me desesperaba mucho a veces". Y relata que la comida era muy mala y que el Gobierno estadounidense trata a los migrantes de forma agresiva, generándoles miedo.
Por ejemplo, con la construcción de la nueva prisión de deportación "Alligator Alcatraz”, en Florida. José comenta que durante la deportación se sintió tratado como un delincuente y pasó tres días esposado. A pesar de las penurias para llegar a Estados Unidos, llegó un momento en el que José deseó volver a Venezuela.
Abandonados a su suerte por el Estado
El hecho de que algunos de los más de 700 000 venezolanos que viven en Estados Unidos regresen ahora a su antigua vida, con todas las razones por las que huyeron, solo permite suponer cómo se sienten realmente los deportados con respecto a la situación. Aunque no se sabe mucho sobre estas personas tras su mediática llegada, una cosa está clara: el Estado los vuelve a abandonar.
Mientras que Maduro aseguraba en 2024 que todos los repatriados recibirían "asistencia jurídica, atención integral en educación, cultura y deportes, y protección socioeconómica”, las promesas a los deportados de Estados Unidos se han vuelto cada vez más vagas. José, desde su regreso, no ha tenido contacto con el Estado.
Pero a algunos repatriados no les queda más remedio que depender del Estado, porque ya no tienen hogar en Venezuela o no llevan consigo documentos. Rodríguez destaca que este es el caso, sobre todo, de los niños que solo tienen documentos estadounidenses. Dado que ya no existen relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Venezuela, la embajada está cerrada y solicitar documentos resulta difícil. Esto tiene repercusiones en la integración en la vida cotidiana, por ejemplo, para ir al colegio o realizar cualquier trámite administrativo.
José, aunque acaba de llegar a Venezuela, tiene ya planes: "Estoy pensando en emigrar otra vez, pero no sé cuánto tengo que esperar”. Cuando cambie el Gobierno de Estados Unidos, quiere volver. Porque allí está su familia, y lo más importante, uno de sus hijos. Y su futuro.

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